
La Sociología es nuestra biografía, entrevista a Anaïs Palop Camarasa
Publicado: lunes, 23 julio, 2018
Gloria Fuertes sentenció: “Éramos de cáñamo dos cuerdas, al mirarnos hicimos una trenza. Ya no somos dos cuerdas, ahora somos una loca”. Sin embargo, a veces resulta tirrioso hablar de lo social, sobre todo cuando alguien desea dedicarse a lo mutuo.
La Sociología es una ciencia social que se encarga de estudiar los cordeles y los nudos, si citamos a Eduardo Punset posiblemente afirmaríamos que somos redes. Tanto los eventos, las corrientes artísticas, la religiosidad, los fenómenos o roles familiares son puntos de encuentro en dichos telares, es ese algo que une a las sociedades al mismo tiempo que las caracteriza. Realmente deberíamos resumir que se trata un estudio de lo cotidiano. Sin embargo, su concepción como disciplina es inusitada para una gran mayoría. Por ese motivo, entrevisté a la socióloga franco-española Anaïs Palop Camarasa, la cual es máster en Cooperación Internacional, Gestión de Proyectos y ONG’s.
– ¿Qué se debería saber sobre la Sociología?
– En mi opinión la Sociología no es una carrera que se escoja a la ligera. Es una profesión muy vocacional. A la persona le tiene que gustar mucho leer y sentir curiosidad por las cosas cotidianas del día a día. Ello te lleva a querer saber el porqué, y de ahí el tema de la investigación. Además, aunque no lo parezca, es una profesión que se adapta a cualquier contexto y es perfectamente compatible con otras disciplinas, lo cual permite a la persona “personalizar” su futuro.
Con esto quiero decir que un sociólogo puede luego especializarse en Derecho, Ciencias de la Salud, Deporte, etc. E investigar su campo de especialización. Además de la amplia gama de técnicas y recursos del que se puede tirar para hacer investigaciones “creativas”. Yo, por ejemplo, si es posible combino técnicas sociológicas y técnicas de gestión de proyectos para mis investigaciones. Vamos, que no te aburres.
– ¿Cuál fue tu investigación en tu trabajo de fin de grado?
– La discriminación laboral de la mujer marroquí en España. Elegí ese tema porque podía aunar entrevistas, grupos de discusión, contacto con las organizaciones dedicadas a la ayuda humanitaria, y, sobre todo, por su componente social.
– ¿Qué hiciste después de graduarte en Sociología?
-Quería dedicarme a una especialización relacionada con pobreza, inmigración o vulnerabilidad. Además, que me fascina viajar y la antropología, con lo cual llegué a la conclusión de que lo mío era la cooperación internacional. Por ese motivo, escogí el máster en Cooperación Internacional, Gestión de Proyectos y ONG’s.
– ¿Dónde hiciste las prácticas de tu máster?
– En UNICEF, ya a que velan por los derechos de la infancia. Durante mi colaboración estuve en el departamento de Gestión de Proyectos en la sede central de Madrid, y allí las labores que realizamos eran de sensibilización como por ejemplo campañas y talleres; y coordinación de todos los subproyectos de todas las oficinas UNICEF en España.

– ¿Qué te gustaría investigar en un futuro?
– Si tuviera los recursos y el tiempo suficiente me gustaría ampliar mi investigación sobre los “pieds-noirs” y añadir una parte de entrevistas personales a argelinos que conozcan esa parte de la historia.
– ¿Quiénes son los “pieds-noirs”?
– Los “pieds-noirs” son los hijos de los europeos que nacieron en Argelia durante la colonización francesa y los cuáles obtenían dicha nacionalidad. Esta población se caracterizó por formar una cultura propia a partir de los distintos orígenes de los inmigrantes europeos y la tradición árabe local.
– ¿Ese es el motivo por el cual estás aprendiendo árabe?
– Quería a aprender un idioma de los considerados difíciles y de todas las opciones que había el que más me gustaba era el árabe. También porque la cultura árabe es una de las que más me atrae y por mi ascendencia “pieds-noirs”.
– Después de estudiar el máster, te fuiste de voluntariado a Camerún. ¿Qué te impulsó a hacerlo?
– En primer lugar, tenía muy claro que mi primer voluntariado en terreno sería en el continente africano. En segundo lugar, escogí la organización que estaba más acorde con mis intereses. Finalmente, me quede con la organización que me ofrecía mejores condiciones.
– ¿Tienes alguna anécdota sobre tu experiencia en Camerún?
– En el proyecto resulta que teníamos una niña de la cual yo estaba enamorada. Era menudita, debía tener unos 6 años o así, y no podía andar debido a una malformación en uno de sus pies. Esa niña tampoco hablaba, pero entendía perfectamente, he de señalar que en Camerún hablan francés. La directora del centro me dijo que esa niña se llama Erika y todos los voluntarios la llamábamos así. Sin embargo, yo me percaté de que cuando la llamaba ella negaba con la cabeza y si le preguntaba si se llamaba Erika te decía que no. Pero, como la niña no hablaba y allí eran todos eran niños con discapacidad intelectual, digamos que no hicimos mucho caso. Un día, revisando y ordenando los archivos descubrimos que la niña se llamaba Victoria. Entonces nos acercamos a ella y la llamamos por su nombre, a lo que ella respondió muy contenta afirmativamente. A pesar de todo, en el fondo, seguía siendo Erika para nosotros.

– Tu pasión por África es palpable. De hecho, recientemente has estado en Marruecos, ¿qué destacarías de ese país?
-Lo que más me gusta de viajar, es no hacer turismo sino convivir con los locales como si fuera una más. Ello conlleva a aprender experiencias nuevas y cosas que pasan desapercibidas para los turistas. Algunas de ellas tienen que ver con la religión y la ley musulmana, llena de ejemplos de solidaridad y ayuda al prójimo como la obligación de dar cobijo y alimentación a un turista que ha perdido sus pertenencias durante tres noches y tres días, independientemente de la situación de familia asistente.
– También estudias por hobby o curiosidad. ¿Qué aprendiste en el curso Primatología que hiciste en Barcelona?
– Sí, me gusta mucho aprender cosas nuevas y adquirir nuevas experiencias. Creo que esto te hace aprender y reforzar valores que en muchas ocasiones olvidamos su importancia, como la empatía, el compromiso y la seguridad. Siempre intento hacer y aprender todo aquello que considero que puede aportarme algo, ya sea físico, moral o intelectual. Como bien dices, fui e mes pasado a hacer un curso de Primatología en la Fundación Mona de Gerona, concretamente de cuidadora de primates. Se trata de un centro que rescatan chimpancés y macacos que proviene de circos, zoos o que ha sido adquiridos como mascotas y les dan una segunda oportunidad.
Recuerdo que en primero de carrera tuve una pequeña parte de Primatología y antropología que me despertó curiosidad, y descubría que existían estudios dentro de esa rama lo cual me dejó esa espinita clavada. Cuando vi que esa Fundación, de la que también soy socia, organizaba cursos de verano sobre el tema no dudé en apuntarme.

– ¿Qué paralelismo encontraste entre los chimpancés y los seres humanos?
– Esa es una pregunta compleja, ya que no soy experta en el tema y casi todo lo que aprendí eran casos prácticos. Además de que existen infinidad de estudios sobre el tema y yo no puedo aportar nada nuevo desde una experiencia de 48 horas. Pero me llamó mucho la atención la personalidad de los chimpancés. Ellos tienen exactamente la mía capacidad que nosotros para elegir y decidir lo que quieren. Por ejemplo, había una chimpancé que sólo le gustaba comer cosas de color rosa, porque ese color le llamaba la atención. Luego había otro que no comía carne, podemos decir que era vegano, y sus cuidadores le tenían que dar tofu en compensación. Además, ellos sufren los mismos problemas de salud que nosotros: diabetes, hipertensión, problemas cardíacos, pueden ser celíacos o intolerantes a la lactosa. Así que imagínate la responsabilidad que hay detrás del trabajo de un cuidador de primates.
-Para concluir, ¿a qué principales retos crees que se enfrentan nuestras sociedades?
– El mayor reto para mí es el de precisamente aprender a vivir en sociedad en el mundo. Hemos evolucionado hasta un punto en el que todos vivimos dentro de nuestra sociedad de “yoísmo” y egoísmo, desde la que no somos capaces de ver más allá. Todo lo que no toque o perturbe esa burbuja no nos importa, y ello crea un efecto dominó que deriva en todos los otros problemas que nos rodean.
No pensamos en los animales, ni en el medio ambiente, ni en las personas que quedan fuera de nuestras fronteras, porque eso implicaría salir de nuestra zona de confort, nos privaría de ese abrigo de piel que nos queda tan bien, y de ir cómodamente al supermercado sin cargar con nuestras viejas bolsas de plástico. Tampoco hablo de vivir al extremo, pero sí de buscar ese punto de equilibrio de respeto y solidaridad.
